sábado, 6 de julio de 2013

La Silla en la revista SDQ


SILENCIO, SE RUEDA
Un año de cine en medio de la ignominia
A los cines nacionales llegaban las películas que, en ocasiones, perduraban en pantalla el tiempo suficiente para casi, casi, aprenderse los diálogos.

{Por Pablo Ferrer | Fotos fuente externa y Archivo General de la Nación | Edición 0005}

En 1965, República Dominicana vivió en carne propia el argumento de una mala película bélica, con tintes de intriga y ropajes de opereta. Una invasión, hablando claro: una intromisión ilegítima de Estados Unidos en la soberanía de un país que intentaba levantar el vuelo después de tres décadas de feroz tiranía. El final feliz, que lo hubo (a medias) llegó tarde, con la salida de las tropas invasoras al grito recuperado de ‘váyanse verdes’. Andaba pues el pueblo más necesitado que nunca de sana evasión y el cine, desde siempre, ha sido mágico a la hora de sacar a la gente de la cruda realidad durante dos horas.



Los cines Santomé e Independencia durante 1965
(...)



El ejemplo de Franklin Domínguez
¿Y Dominicana? Acababa de despertar al cine de hechuras modernas dos años atrás, gracias a Franklin Domínguez y "La silla" (1963), protagonizada por Camilo Carrau. Como recuerda Félix Manuel Lora en su libro "Encuadre de una identidad audiovisual", en los treinta años de trujillato solamente se realizaron documentales del país con la exaltación del tirano, sus obras y sus parientes.
“La película –recuerda Lora- va relatando los hechos históricos que marcaron la dictadura trujillista. El actor se enfrenta a una secuencia de escenas diversas que abarcan desde el contenido filosófico de su escena, hasta aquellas desesperantes de la silla eléctrica y las cámaras de torturas de la tiranía. El elemento de la silla juega un papel importante en la película, puesto que es fotografiada desde numerosos ángulos y condiciones luminotécnicas, y con gran ajuste al desarrollo del argumento. Así esta silla se convierte en las barras de una cárcel, en un púlpito, en un juez o en un fantasma. La silla alcanza, dentro de sus propias condiciones, reacciones humanas”.

Después de "La silla" volvería el vacío –no es casual la coincidencia con los doce años de Balaguer- con honrosas excepciones, sobre todo en el campo documental, con Max Pou, paradigma de la técnica y la profesionalidad del gremio en esa época. Su trabajo junto a Eduardo Palmer "El esfuerzo de un pueblo" (1968) es digno de mención, como su documental turístico "Carnaval", en 1969.

 Fuente: Revista SDQ

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